miércoles, 22 de enero de 2014

Un Lugar en el Corazón-Capitulo 1

Capitulo 1






Era hora de que buscara una esposa, pero en esa ocasión no pretendía que el «amor» formara parte del trato. Era mayor e infinitamente más sabio, y sabía que el «amor» no era necesario, ni siquiera deseable.

Nicholas Jonas había quedado como un tonto en una ocasión y a punto había estado de perderlo todo. No volvería a suceder. Esa vez elegiría una esposa con el cerebro y no con el contenido de sus vaqueros, y seleccionaría a una que estuviera satisfecha de vivir en un rancho aislado, dispuesta a trabajar duramente y a ser buena madre de sus hijos, que le interesara más la familia que la moda. En el pasado se había enamorado de una cara bonita, pero el aspecto ya no figuraba en su lista de requisitos. Era un hombre normal con un impulso sexual sano; eso bastaría para tener los hijos que quería. No buscaba pasión. La pasión lo había conducido al peor error de su vida. En ese momento quería una mujer que fuera fiable y tuviera sentido común.

El problema era que no disponía de tiempo para encontrarla. Trabajaba de doce a dieciséis horas al día tratando de mantenerse a flote. Había necesitado siete años, pero parecía que al fin ese año iba a dejar los números rojos atrás. Había perdido la mitad de su tierra, una pérdida que le devoraba el alma cada minuto de su vida, pero jamás iba a permitirse perder lo que le quedaba. Había perdido la mayor parte de su ganado; las enormes manadas ya no estaban, y trabajaba como un esclavo para cuidar de las reses que le quedaban. También se habían ido los hombres; no había sido capaz de pagar sus nóminas. Llevaba tres años sin comprarse un nuevo par de vaqueros. Ocho que no pintaba los graneros ni la casa.

Pero Delta, su ex mujer, tenía sus desorbitadas deudas, adquiridas antes del matrimonio, pagadas. Había recibido la cantidad global del acuerdo de separación. Tenía su apartamento de Manhattan, su caro guardarropa. ¿Qué le importaba a ella que tuviera que suplicar y vender su tierra, sus reses, vaciar sus cuentas bancarias para darle la mitad de sus posesiones, para las que se sentía con «derecho»? Después de todo, ¿no pasó dos años enteros casada con él? ¿No había vivido dos infernales inviernos en Montana, aislada por completo de la civilización? ¿Qué importaba que el rancho llevara en su familia cien años? Dos años de matrimonio le daban «derecho» a la mitad de él, o a su equivalente en frío dinero al contado. Ella había estado encantada de contentarse con el efectivo. Si no tenía tanto, podía vender un poco de tierra; después de todo, era propietario de un montón, no echaría de menos unos miles de acres. Ayudaba que su padre fuera un magnate de los negocios que tenía un montón de contactos tanto en Montana como en los otros estados del oeste, lo que explicaba que el juez no quedara convencido por los argumentos de Nicholas de que la cantidad que exigía Delta lo iba a sumir en la bancarrota.

Ese era otro error que no iba a cometer. La mujer con la que se casara en esa ocasión tendría que firmar un acuerdo prenupcial que protegería su rancho en caso de divorcio. No pensaba arriesgar ni un metro cuadrado de tierra de la herencia de sus hijos, ni del dinero que haría falta para dirigir el rancho. Ninguna mujer iba a volver a desplumarlo; podía marcharse, pero no se iría con nada suyo.

De no ser por la cuestión de los hijos, habría sido feliz quedándose soltero el resto de su vida. Quería hijos. Los necesitaba. Quería enseñarlos a amar la tierra tal como se lo habían enseñado a él, dejársela en herencia, pasarles el legado que le habían transmitido a él. Más que eso, quería la vida que los niños aportarían al viejo y vacío rancho, las risas, las lágrimas y la furia, el dolor de los miedos infantiles y los gritos de. alborozo. Quería herederos de su propia sangre. Y para tener esos hijos, necesitaba una esposa.

Además, también sería conveniente. Había mucho que hablar a favor del sexo disponible, en particular cuando no tenía tiempo que perder para tratar de encontrarlo. Lo único que necesitaba era una mujer sólida, firme, poco exigente en su cama todas las noches, y sus hormonas se ocuparían de lo demás.

Pero las mujeres solteras y casaderas escaseaban en esa parte del país; todas se trasladaban a las ciudades. La vida en un rancho era dura, y querían algo de estímulo y lujo en su vida. Además, Nicholas no tenía tiempo, dinero ni predisposición para cortejar a una mujer. Había una manera más eficaz de encontrar una.

Había leído un artículo en una revista sobre la cantidad de granjeros del medio oeste que ponían anuncios solicitando esposas, y también había visto un programa de televisión sobre hombres en Alaska que hacían lo mismo. A una parte de él no le gustó la idea de anunciarse, ya que era un hombre reservado. Por otro lado, no tendría que gastar un montón de dinero por poner unos pocos anuncios en las secciones personales de algunos periódicos, y en esos días el dinero significaba mucho para él. No tendría que conocer a las mujeres que no lo atrajeran, no iba a tener que perder tiempo conduciendo de un lado para otro, invitándolas, llegando a conocerlas. En particular le desagradaba eso último, ni siquiera quería conocer a la que pudiera llegar a ser su mujer. Tenía una gruesa capa de hielo a su alrededor y le gustaba de esa manera. La visión resultaba mucho más clara cuando no la entorpecía la emoción. Esa parte de él se sentía satisfecha con el distanciamiento de un anuncio, aun cuando a la parte reservada le desagradaba la naturaleza pública de esa actuación.

Pero había decidido que ese era el camino a seguir, y Nicholas Jonas no perdía el tiempo una vez tomada una decisión. Publicaría el anuncio en varios de los periódicos más importantes del Oeste y del Medio Oeste. Sacó un bloc de notas y comenzó a trazar el recuadro que quería que tuviera; luego, en letra de imprenta, escribió: «SE BUSCA ESPOSA...».



Miley Sanger Patterson regresó al despacho después del almuerzo. Su amiga Christine pensaba que nunca daba la impresión de que se hubiera dado prisa por algo. Tampoco que pudiera sudar. En el exterior hacía treinta y cinco grados, pero ninguna humedad o arruga mancillaban el perfecto vestido blanco ostra. A Miley todo le sentaba bien.

—Eres muy desagradable —comentó Christine, recostándose en el sillón para evaluar la aproximación de Miley—. Es insano no sudar, antinatural no arrugar la ropa e impío que no se te revuelva el pelo.
—Sudo —contradijo Miley divertida.
—¿Cuándo?
—Cada martes y jueves a las siete de la tarde.
—No me lo creo. ¿Le das cita a tus glándulas sudoríparas?
—No, juego al frontón.
—Eso no cuenta —hizo la señal de la cruz con los dedos para repeler la mención del ejercicio, que en su opinión era el octavo pecado mortal—. Con un tiempo como este, la gente normal suda sin tener que hacer ejercicio. ¿Y se te arruga la ropa? ¿Te queda alguna vez el pelo lacio sobre la cara?
—Desde luego.
—¿Delante de testigos?

Miley se sentó en el borde del escritorio de Christine y cruzó las piernas a la altura de los tobillos. Era una postura angulosa, casi masculina, que quedaba grácil en ella cada vez que la realizaba. Ladeó la cabeza para estudiar el periódico que había estado leyendo su amiga.
—¿Algo interesante?

La madre de Christine siempre le enviaba por correo la edición dominical de su periódico de Omaha, para que pudiera estar al corriente de las noticias locales.

—Mi mejor amiga del instituto va a casarse. Su anuncio de compromiso sale aquí. Una conocida ha muerto, un antiguo novio ha ganado su primer millón, la sequía está disparando los precios del pienso. Las 'cosas habituales —dobló el periódico y se lo entregó a Miley, que disfrutaba con los diarios de distintas ciudades—. Hay un buen artículo acerca de trasladarse a otra parte del país en busca de trabajo. Lamento no haberlo leído antes de haber dejado Omaha.

—Llevas dos años aquí. Es demasiado tarde para sufrir la conmoción cultural.
—La añoranza se rige por otro horario.
—¿De verdad lo añoras? ¿O estás tristona porque la semana pasada rompiste con la Maravilla de Wall Street y aún no le has encontrado sustituto?

Sonrieron y Miley regresó a su propio despacho con el periódico en la mano. Observó su escritorio. Estaba espantosamente despejado. Podía quedarse en la oficina el resto del día o irse a casa, y ninguna de las dos cosas marcaría alguna diferencia. Lo más probable era que nadie se enterara de que se había ido, a menos que decidiera contárselo a alguien. Esa era la asiduidad con la que sonaba su teléfono.

Tenía ventajas ser la hermanastra del propietario. Sin embargo, el aburrimiento no era una de ellas. Estar ociosa resultaba doloroso para ella. Se acercaba el momento en que tendría que darle un beso a Robert, darle las gracias por su consideración y cortésmente declinar continuar con ese «trabajo».

Quizá incluso debería pensar en trasladarse. Tal vez a la Costa Oeste. O a Fiji. Robert no tenía intereses comerciales en Fiji. Todavía.

Abrió el periódico y se recostó en el sillón con los tobillos cruzados sobre la mesa. La decisión esperaría; llevaba un tiempo trabajando en el problema, de modo que seguiría allí cuando terminara de leer el diario.

Le encantaban los periódicos de otras ciudades, en particular los pequeños, con sus ediciones semanales que más que cualquier otra cosa eran columnas de cotilleo. El diario de Omaha era demasiado grande para eso, pero aun así tenía un sabor del medio oeste que le recordaba que ciertamente había vida fuera de Manhattan. La ciudad era tan grande y compleja que aquellos que vivían en ella tendían a ser absorbidos por su dinámica. Constantemente buscaba ventanas a otros estilos de vida, no porque le desagradara Nueva York, sino porque todo despertaba su curiosidad.

Se saltó la sección de Internacional, porque tanto en Omaha como en Nueva York era la misma, leyó las noticias del medio oeste y las locales, para enterarse de que la sequía afectaba a los granjeros y rancheros pero creaba un negocio floreciente para los mataderos, y quién se había casado o pretendía hacerlo. Leyó los anuncios de ventas, comparó el precio de las propiedades en Omaha con los de Nueva York, y como siempre quedó asombrada por la diferencia. Pasaba los anuncios de «Se Busca» cuando uno en la sección de Personales llamó su atención.

Se busca esposa para ranchero emprendedor. Debe tener un carácter sólido, querer hijos y poder trabajar en un rancho. Preferiblemente entre veinticinco y treinta y cinco años.

Las que estuvieran interesadas debían contactar con el susodicho ranchero emprendedor en un apartado de correos de Billings, Montana.

De inmediato captó la atención de Miley, cuya imaginación quedó atrapada por el anuncio, aunque no estaba segura de si debería sentirse divertida o indignada. El hombre prácticamente pedía una mezcla de yegua y empleada de rancho. Por otro lado, había sido brutalmente honesto respecto de sus expectativas, lo cual era una brisa de aire fresco después de algunos anuncios personales que había visto en los diarios y revistas neoyorquinos. No había nada de esas tonterías de «acuario sensible busca a mujer new age de los noventa para explorar juntos el sentido del universo», que no revelaba nada salvo que el escritor carecía del concepto de claridad en la palabra escrita.

Hacía unos meses había leído un artículo sobre las novias por correspondencia, y aunque le había resultado interesante, le desagradó toda la impersonalidad que rodeaba el asunto. Evidentemente se trataba de un gran negocio que juntaba a mujeres orientales con hombres de las naciones occidentales, pero no se limitaba a eso; granjeros y rancheros de los estados menos poblados habían empezado a anunciarse, simplemente porque en sus zonas había pocas mujeres. De hecho, tenían una revista entera dedicada a ello.

En realidad, ese anuncio tenía la misma intención que los que aparecían en las revistas más elegantes: alguien buscaba compañía. La necesidad era la misma en todo el mundo, aunque a veces se disfrazaba con términos más divertidos o románticos.
Y responder el anuncio no era hacer otra cosa que aceptar conocer a alguien, como una cita a ciegas. Era un modo de entablar contacto. Todas las relaciones comenzaban con una primera cita, a ciegas o de otra naturaleza.

Dobló el periódico y deseó tener algo que hacer aparte de reflexionar en el tema de los anuncios sociales.

Podía subir a aporrear el escritorio de Robert, pero con eso no conseguiría nada. Robert no respondía bien a la fuerza; no iba a perturbar el buen funcionamiento de sus oficinas para darle algo que hacer a ella. Le había ofrecido el trabajo como un medio para que dispusiera de una actividad en la vida después de perder a su madre y a su abuela en un breve espacio de tiempo, pero los dos sabían que el trabajo había sobrepasado su objetivo. Solo un optimismo incurable la había mantenido allí tanto tiempo, con la esperanza de que se convirtiera en algo válido. Si aporreara el escritorio de Robert, él se recostaría en el sillón y le sonreiría con expresión perversamente divertida, aunque la boca rara vez se unía a los ojos en celebración, y diría: «La pelota está en tu campo, cariño. Saca o vete a casa».

Sí, era hora de pasar a algo nuevo. La conmoción del dolor había conducido a la inercia, y la inercia era más dura de sobrellevar, de lo contrario se habría— ido hacía más de dos años.

Se busca esposa.

Abrió el periódico y volvió a leer el anuncio.

No, no estaba tan desesperada. ¿O sí? Necesitaba un trabajo nuevo, un cambio de paisaje, no un marido.

Por otro lado, tenía veintiocho años, lo suficientemente mayor como para saber que la vida de ciudad no iba con ella, a pesar de que había vivido en ciudades casi toda su vida. De niña en Richmond, le habían encantado los fines de semana en que iba a visitar a su abuela al campo. Cuánto había disfrutado con la paz y la quietud, y cuánto lo había echado de menos cuando su madre volvió a casarse y tuvieron que trasladarse a Nueva York.

No, no estaba desesperada, pero era curiosa por naturaleza y necesitaba una distracción mientras decidía qué clase de trabajo debería buscar y dónde. Era como una primera cita. Si encajaba, encajaba. No tenía nada contra Montana; además, sería una historia excelente contarles a sus nietos que había sido una novia por correspondencia. Y si de ello no salía nada, como sería lo más probable, no se habría hecho ningún daño. Se sentía mucho más segura contestando el anuncio de un ranchero de Montana que el de un urbanita.

Entusiasmada con su osadía, introdujo un papel en su máquina de escribir eléctrica, redactó una respuesta al anuncio, puso la dirección en un sobre, un sello y lo metió por el buzón interior. En cuanto el sobre desapareció, experimentó una sensación peculiar y hueca en el estómago, como si acabara de hacer algo increíblemente estúpido.

Se encogió de hombros. No había nada de qué preocuparse. Lo más probable era que nunca recibiera contestación de su ranchero de Montana. Después de todo, ¿qué podían tener en común?



Nicholas Jonas frunció el ceño al ver en el  sobre el remite de Nueva York mientras lo abría y extraía la hoja mecanografiada del interior. ¿Qué podía saber alguien de Nueva York sobre la vida en un rancho? Estuvo tentado de tirar la carta a la papelera; sería una pérdida de su tiempo leerla, igual que el viaje a Billings para recoger la correspondencia había sido una pérdida de tiempo. En esa ocasión solo había recibido esa respuesta al anuncio, y encima de Nueva York.

Pero las contestaciones generales al anuncio no habían sido abrumadoras, de modo que lo mejor era que la leyera. De hecho, esa era la tercera respuesta que recibía. Imaginaba que no había demasiadas mujeres en el mundo ansiosas de vivir en un rancho de Montana.

La carta era breve, y notable en la información que no proporcionaba. Se llamaba Madelyn S. Patterson. Tenía veintiocho años, nunca había estado casada, estaba sana, era fuerte y dispuesta a trabajar. No había enviado una foto. Era la única que no lo había hecho.

Era más joven que las otras dos mujeres que habían respondido. La maestra era de su edad, y nada fea. La otra mujer tenía treinta y seis años, dos más que él, y jamás. había realizado un trabajo remunerado; se había quedado en casa a cuidar de su madre inválida, que había muerto hacía poco. Era corriente, pero .no fea. Las dos tendrían unas expectativas mucho más realistas de los espacios vastos y vacíos y de la dura vida en un rancho que esa tal Madelyn S. Patterson.

Por otro lado, podía ser una chica de ciudad pequeña que se había trasladado a la gran ciudad para descubrir que no le gustaba. Debía haber leído el anuncio en un periódico que le habrían mandado por correo, porque estaba claro que él no había desperdiciado el dinero publicándolo en el New York Times. Y debido a las pocas respuestas obtenidas, tampoco podía soslayarla. Realizaría los mismos preparativos con ella que había hecho con las otras, si aún seguía interesada después de que le escribiera.

Salió de la oficina de correos y se dirigióhacia la furgoneta. Le estaba consumiendo más tiempo del que realmente podía permitirse. Quería tenerlo todo arreglado en julio, y ya estaban a mediados de mayo. Seis semanas. Quería encontrar esposa en las siguientes seis semanas.


Señorita Patterson,
Me llamo Nicholas Jonas. Tengo treinta y cuatro años, estoy divorciado, sin hijos. Soy dueño de un rancho en la zona central de Montana.
Si todavía sigue interesada, podemos vernos dentro de dos semanas a,partir del sábado. Comuníquemelo por carta. Le enviaré un billete de autobús hasta Billings.


No había ningún saludo de despedida, solo su firma: G.N. Jonas. ¿Qué representaría la G? Su caligrafía era fuerte, angulosa y perfectamente legible, y no tenía errores de ortografía.

Ya conocía su nombre, edad y que estaba divorciado. Antes no había sido real; había
sido únicamente alguien anónimo que había puesto un anuncio para buscar esposa. En ese momento era una persona.

Y ocupada, si solo podía sacar tiempo para verla después de dos sábados. No pudo evitar sonreír. Desde luego, no daba la impresión de estar desesperado por una esposa como para tener que anunciarse. De nuevo tuvo la clara impresión de que se hallaba demasiado ocupado para buscar una. En la carta ponía que estaba divorciado, de modo que tal vez había perdido a su mujer por estar demasiado ocupado.

Se sentía cada vez más intrigada. Quería conocer a ese hombre.


Miley S. Patterson había contestado con celeridad, algo que las otras dos no habían hecho; aún tenía que recibir sus cartas. Reese abrió la de ella.


Señor Jonas llegaré a Billings en la fecha estipulada.. Sin embargo, no puedo permitir que pague mis gastos de viaje, ya que somos desconocidos y quizá no surja nada de nuestro encuentro.

Mi vuelo llega a las diez treinta y nueve de la mañana. Espero que le resulte una hora conveniente. Adjunto una copia del horario de mi vuelo. Por favor, si sus planes cambian, póngase en contacto conmigo.


Enarcó las cejas. Así que prefería volar antes que tomar el autobús. Esbozó una sonrisa cínica. En realidad, a él le sucedía lo mismo. Incluso había tenido su propia avioneta, pero eso había sido A.A.: antes de abril. Su ex mujer se había encargado de que necesitara años para poder volver a permitirse viajar en avión, por no mencionar tener su propia avioneta.


Una parte de él apreció el hecho de que la señorita Patterson le ahorrara los gastos, pero a su núcleo duro y orgulloso lo molestó no poder pagarle un billete de avión. Diablos, si hasta el billete de autobús le habría hecho apretarse el cinturón esa semana. Probablemente cuando descubriera su precaria situación económica, se marcharía a toda velocidad. Era imposible que esa mujer funcionara, pero bien podía conocerla para cerciorarse de ello. Después de todo, las candidatas no hacían cola para llamar a su puerta.




Miley invitó a cenar a Robert el jueves antes de su vuelo del sábado a Montara, ya que quería hablar a solas con él y sabía que él tenía una cita el viernes.

Llegó a las ocho y fue directamente al pequeño bar del apartamento, donde se sirvió un whisky con agua. Alzó la copa en dirección a ella y, como siempre, sus ojos sonrieron sin que su boca compartiera el .gesto. Miley alzó la copa de vino.

—Por un enigma —brindó.
—¿Tú misma? —él enarcó las cejas oscuras y elegantes.
—Yo no, soy un libro abierto.
—Escrito en una lengua desconocida.
—Y si alguna vez levantaran tus tapas, ¿qué idioma aparecería?

Él se encogió de hombros sin dejar de sonreír, aunque no podía refutar el cargo de que se mantenía distante de la gente. Miley era la persona más próxima a él; el padre de Robert se había casado con su madre cuando ella tenía diez años y él dieciséis, lo que debería haber sido una gran diferencia de edad para lograr una verdadera intimidad, pero, inexplicablemente, Robert se había tomado tiempo para hacerla sentir bienvenida en su nuevo hogar, para hablarle y escucharla. Juntos habían sobrellevado primero la muerte del padre de él, y luego, cinco años más tarde, la de su madre; la mayoría de hermanastros probablemente se habría distanciado después de eso, pero ellos no, porque se caían realmente bien, como amigos tanto como hermanos.

Robert era un verdadero enigma: elegante, atractivo, casi aterradoramente inteligente, pero con un enorme centro privado que nadie jamás había recibido autorización para tocar. Miley era única en que incluso conocía la existencia de ese centro. Nadie más había llegado a ver tanto de él. En los años transcurridos desde que había heredado las Empresas Cannon, había remodelado las diferentes compañías, para hacerlas más grandes y ricas que antes. En sus manos finas había una gran cantidad de poder, pero ni siquiera el imperio Cannon parecía llegar hasta su centro privado. El hombre interior era una ciudadela, inviolada.

En ese momento observaba a Miley con ojos divertidos, y pasado un minuto ella respondió su propia pregunta.

—Tu idioma sería uno oscuro, muerto, desde luego, y traducido a un código de tu propia invención. Parafraseando a Winston Churchill, eres un enigma dentro de un rompecabezas envuelto en un acertijo, o una bobada de similar complejidad.

Él estuvo a punto de sonreír; movió los labios e inclinó la cabeza para reconocer la precisión de su evaluación. Bebió un sorbo de whisky y disfrutó de su sabor.

—¿Qué hay para cenar?
—Conversación.
—Un verdadero caso de comernos nuestras palabras.
—Y espaguetis.
—Y bien, ¿de qué estamos conversando?
—Del hecho de que voy a buscar un trabajo nuevo, como mínimo —anunció ella al entrar en la cocina. El la siguió y, sin titubeos, comenzó a ayudarla ,a llevar la comida a la mesa.
—Ha llegado la hora, ¿verdad? —preguntó Robert con perspicacia—. ¿Qué te ha hecho decidirte?
—Varias cosas —se encogió de hombros—. Básicamente, como bien has dicho, ha llegado la hora.
—Has dicho «como mínimo». ¿Y como máximo?.

Típico de Robert ver las implicaciones de cada palabra. Sonrió mientras llenaba las copas con vino.

—Este sábado me voy a Montana.

El parpadeó, indicando su intenso interes.

—¿Qué hay en Montana?
—No qué. Quién.
—¿Quién, entonces?
—Un hombre llamado Nicholas Jonas. Existe una posibilidad de matrimonio. Había ocasiones en que una mirada de los ojos verde pálidos de Robert podía cortar una navaja, y esa era una de ellas.
—Suena como un parte meteorológico —comentó con voz neutral—. ¿Te importaría darme un porcentaje? ¿Cuarenta por ciento de posibilidades de matrimonio? ¿Cincuenta?
—No lo sé. No lo sabré hasta que conozca al hombre.

Él había estado sirviéndose pasta, pero entonces dejó con cuidado los cubiertos y respiró hondo. Miley lo observó con interés. Era una de las contadas veces en que podia afirmar quehabía visto a Robert sorprendido.

—¿Quieres decir que aún no lo conoces? —preguntó con cuidado.
—No. Nos hemos escrito, pero no nos hemos visto. Y puede que no nos gustemos en persona. De hecho, solo existe una posibilidad muy escasa de matrimonio. En términos meteorológicos, no se espera acumulacion.
—Pero es posible.
—Sí. Quería que lo supieras.
—¿Cómo lo conociste?
—No lo conozco. Sé un poco sobre él, pero no mucho.
—Entonces, ¿cómo empezasteis a escribiros?
—Puso un anuncio buscando esposa.

Robert pareció aturdido, realmente aturdido. Miley se apiadó de él y le sirvió la salsa espesa sobre la pasta antes de que se enfriara, ya que parecía haberla olvidado por completo.

—¿Respondiste un anuncio personal? —preguntó al final con voz tensa.
—Sí —asintió y centró la atención en su propio plato.
—Santo cielo, ¿sabes lo arriesgado que es eso? —rugió, incorporándose a medias de la silla.
—Sí, lo sé —le palmeó la, mano—. Por favor, siéntate y come. No te entraría el pánico si te hubiera contado que había conocido a alguien en un bar de Manhattan, y eso es mucho más arriesgado que conocer a un ranchero de Montana.
—Desde un punto de vista de salud, sí, pero hay otras cosas a considerar. ¿Y si se trata de un hombre al que le gusta abusar? ¿Y si tiene un historial criminal o es un timador? ¿Cuánto conoces de él?
—Tiene treinta y cuatro años, tu edad. Es propietario de un rancho en la región central de Montana, está divorciado y sin hijos. He estado escribiendo a un apartado de correos de Billings.

Por la expresión de Robert, Miley supo que había tomado nota mental de todo lo que le había dicho y que no olvidaría ni un solo detalle. También sabía que haría investigar minuciosamente a Nicholas Jonas; pensó en protestar, pero decidió que no conseguiría nada. Cuando Robert dispusiera de su informe, ella ya habría conocido al señor Jonas y se habría formado su propia opinión. Incluso podía entender por qué Robert se sentía alarmado y protector, aunque no estaba de acuerdo en que hubiera necesidad de ello. La correspondencia directa del señor Jonas le había confirmado que se trataba de un hombre que trataba con la verdad sin adornos y que le importaba un bledo cómo pudiera sonar o parecer.

—¿Puedo convencerte, de no ir? —preguntó Robert—. ¿O al menos de retrasar tu encuentro?
—No sonrió—. Siento tanta curiosidad que casi no puedo soportarlo.

Él suspiró. Miley era curiosa como un gato y podía comprender por qué un anuncio en busca de esposa le habría resultado irresistible; una vez que lo hubiera leído, no le habría quedado más remedio que. conocer en persona al hombre. Si no había modo alguno de convencerla de no ir, sí podía cerciorarse de que no correría peligro. Antes de que subiera al avión, sabría si ese Nicholas Jonas tenía algún tipo de historial delictivo, hasta una multa de aparcamiento. Si existía algún indicio de que Miley no iba a estar a salvo, evitaría que subiera a ese avión aunque tuviera que sentarse encima de ella.
Como si le hubiera leído la mente, ella se adelantó. Volvía a exhibir esa expresión angelical, la que hacía que él se pusiera a la defensiva.

—Si interfieres en mi vida social, daré por hecho que tengo el mismo derecho con la tuya —comentó con dulzura—. En mi opinión, necesitas un poco de ayuda con tus mujeres.

Hablaba en serio. Miley jamás faroleaba, nunca amenazaba a menos que estuviera dispuesta a cumplir sus amenazas. Sin decir palabra, Robert sacó un pañuelo blanco del bolsillo y lo agitó en señal de rendición.





Un Lugar en el Corazón (Nueva Novela)

Prologo...
υи ℓυgαя єи єℓ cσяαzóи

Miley había viajado hasta la salvaje tierra de Montana para casarse con alguien a quien ni siquiera conocía. Una vez allí, ¿se conformaría con menos de lo que podía ofrecerle Nicholas Jonas, que era absolutamente todo.

Nicholas Jonas quería una esposa. Una mujer con quien tener hijos y que lo ayudara en el rancho, alguien que no le diera quebraderos de cabeza... en definitiva, alguien que no se pareciera a su primera esposa, la mujer que había destrozado su vida. Pero él nunca hubiera contado con Miley Patterson. Ella era una mujer de ciudad, sofisticada, pero estaba deseando trabajar en el rancho y tener una familia con Nicholas. Lo único que le pedía a cambio era que correspondiera a su amor, pero eso era lo único que Nicholas no estaba dispuesto a ofrecerle...



domingo, 15 de septiembre de 2013

Wrecking Ball

Después de 6 años sin verse ahí estaba el, tan distinto tan cambiado, Miley sintió que su corazón se oprimía al verlo nuevamente se sintió como la primera vez que lo conoció como una niña ingenua y vulnerable sin tener donde refugiarse solo contó con su autocontrol y su fingida sonrisa de que nada pasaba.




Él se acercó a ella junto con sus 2 hermanos.
Kevin la beso en la mejilla y dijo_ que hermosa que te vez Miley_
_muchas gracias Kevin, tú te vez fantástico, te queda bien eso de la paternidad_ trato de sonar calmada a pesar de que los nervios se lo impedían.
Y luego apareció Joe con una sonrisa grande abrió sus brazos y los atrapo en ellos.
_que bueno verte de nuevo hermosa_
_oh mi querido Joe a mí también me agrada verte y extrañaba tus cálidos abrazos_
_lose a todo el mundo les gusta mis abrazos_

Rieron todo excepto uno que estaba atrás mirando todo el reencuentro sin ninguna emoción en su rostro, tan serio como siempre. Después de separarse de Joe, ella se dirigió a Nick y dijo.

_ ¿tú no me vas a saludar? con un beso como Kevin o con un abrazo como Joe_

Él sonrió levemente pero su mirada de seriedad seguía allí entonces se acercó más a ella y su fuertes y musculosos brazos rodearon su cintura y lo atrajeron a él, después de tanto tiempo ella volvió a sentirse segura y feliz, definitivamente lo extrañaba ella rodeo sus hombros con sus brazos y se abrazaron por mucho tiempo.

Su aroma era exquisitamente rico y su pelo tan suave y sedoso cuando paso la mano en su cabello, no importaba que los viesen no importaba que hubiera cámaras ni que la gente empezase a hablar sobre ellos. Estar así con Nick después de tanto tiempo era como una bola de demolición, jamás había golpeado tan duro en el amor.

Entonces en susurro ella dijo a su oído.





_no digas nunca que me aleje, porque yo siempre te querré_

Y así se separaron, y sin que él pudiera decir una palabra ella se alejó y saludo a los tres un simple adiós.

Después de unos días de haber ocurrido ese hecho, las cosas cambiaron totalmente, se había separado definitivamente de Liam después de 3 años de relación y no solo porque aun sintiese cosas por Nick también porque la relación se había desgastado el hombre al que creía amar no la quería como ella era y la canción de Wrecking Ball solo sirvió para oficializar su rompimiento tras haberse enterado Liam que la canción era para su ex novio. Después de aquello las cosas no fueron las mismas ya que no podía seguir viviendo una mentira tenía que huir, Miley empezó a alejarse de sus amigos de salir, y solo se concentró en su trabajo, pronto empezaría la gira y eso la ayudaría a olvidar todo, el rompimiento con su prometido, los rumores y al hombre al que seguía queriendo y su nueva novia miss universo.
Miley jamás imagino que al tratar de romper el muro de su corazón Nick terminaría derribándola, cuando fueron novios ninguno hizo nada por salvar la relación era niños y solo dejaron que el amor se quemara y solo quedase cenizas en el piso. Y ahora por impulsarse a tenerlo de nuevo termino perdiendo todo, el, la derribo aunque ella también le hubiese dejado que el amara cuando había tenido la oportunidad. Jamás quiso que esto terminara así solo quería que él, la amara de nuevo y como se lo merecía.

Una noche en soledad ella tomo su teléfono busco en su agenda y apretó el botón de llamada.






_ ¿hola?_ dijo su voz varonil
_sé que nos separamos y nos volvimos a juntar en vano, nos arriesgamos y sin nunca preguntar porque, cuando nos besamos caí en tu encanto te convertiste en mi príncipe encantador, ese amor que nadie podrá negar y menos antes las fans, jamás digas que me aleje yo siempre te querré a ti y no al hombre que todos creen que quiero, no puedo vivir una mentira y huir, llegue como una bola de demolición te lastime y fue un error yo quería derribar ese muro que impedía amarme como merecía, yo solo no quería que me escondieses que jamás mostrases nuestro amor en público y por eso terminamos así y cuando vi que con las otras tú eras diferente que conmigo terminaste por derrumbarme, te quise tanto que por eso deje que hicieras con nosotros lo que quisieras pero lamentablemente te fuiste para nunca volver, todo cambio yo cambie para mal y tu jamás llegaste a rescatarme y me destruí, nuestro amor se quemó y ahora somos cenizas en el suelo, y por tratar de recuperarte lo perdí todo y caí tú me derrumbaste y jamás dejaste que conmigo las cosas fuera diferentes y yo supongo que debí cambiar eso pero quiero que sepas no quería que esto terminara así, siempre te amare a pesar de que me derrumbaste_

Y corto fue largo pero debía descargar todo debía enfrentarse a la realidad y no huir como siempre.
Después de una semana de aquella llamada no supo de él, no llamo, en las noticias no había nada y tampoco quería saberlo.


El timbre de su casa sonó lo raro es que no esperaba a nadie y sus amigos o familia siempre le avisaban a tiempo que iban a visitarla.
Cuando ella abrió la puerta aquel hombre que fue su primer amor y siempre lo fue estaba parado frente a ella con su mirada de seriedad como siempre, Miley dio paso para que pasara y el entro cerró la puerta se dio la vuelta para enfrentarlo cara a cara y lo vio parado con una sonrisa divinamente atractiva.




_ creí que debía venir y decirte esto de frente ya que no te gusta que te lo diga por teléfono porque si no me creerás_

Ella no pudo evitar sonreír por aquellas palabras que la hacían recordar viejos tiempos.

_qué bueno que quedo claro_ respondió Miley 
_ vine porque lo que me dijiste me dejo pensando y pensando, no pude dormir una semana por aquellas palabras no pude ser el mismo después de eso, lo peor de todo es que estoy tratando de olvidarte Miley, de rehacer mi vida con otra persona que es perfecta para mí que es como yo tranquila reservada no hace idioteces y tampoco arma escándalos pero de nada sirve porque llegas cuando estoy a punto de olvidarte como una bola de demolición a destruir todo lo que arme, y créeme que golpeaste muy duro mi corazón y no sabes lo difícil que es eso, pero me alegra que estés sintiendo los mismo que sentí yo cuando anunciaste tu compromiso con Liam hice exactamente lo que tu hiciste ahora, descargarme en una canción que para mí no sirvió de mucho y para ti si_
_ ¿a qué te refieres?_
_ A que yo no quiero amor, si no eres tu Miley_

Entonces sin tiempo de nada, Miley corrió a los brazos de su amado y se unieron en un beso largo y apasionada y alzando a su amada Nick llevo a Miley a la habitación donde allí podrían demostrar su amor sin ningún pudor.

_que voy hacer contigo Miley Cyrus_ dijo depositándola en la cama.
_hazme el amor Nick, nos derrumbemos los dos y vivimos lo que debíamos de haber vivido juntos sin ningún secreto, solo nuestro amor_
_te amo_ dijo el
_yo te amo mas_ dijo ella.


Y ese fue el principio de una historia de amor eterna y verdadera que nadie pudo negar.









Fin…

sábado, 10 de agosto de 2013

Love Letter

    






         Amanecí soñolienta y desconcertada un sobresalto me saco del sueño, la sensación de soledad me había despertado. Te busque en la oscuridad pero no te encontré, Comprobé la ausencia de tu cuerpo y con un gran vacío en el pecho tome el papel doblado que ocupaba tu puesto. Encendí la lámpara con mis manos temblorosas, El sobre decía al reverso.
“Una carta para ti, te doy la oportunidad de salir”


“Te sientes seguro sobresaltada, amor, ya sabes que lo mío no son las palabras, sabes que mis emociones no se dejan ver tan fácil pero esta vez tengo que mostrarte el camino correcto, tengo que ser fiel a mis sentimientos.


Te engañe en su momento con mentiras estúpidas, que aclarare ahora que tu esencia no noto presente. Puesto que en un cara a cara estoy seguro no podría abrirte mi alma ni por un solo segundo.
Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? Se que pensaste que huía por no sentirme atraído por ti, pero solo fue por lo insignificante y poca cosa que me sentía para ti. Es que acoso no sabes lo hermosa que eres? Esos hermosos ojos azules y las mas hermosa risa que he visto en toda mi vida.
Recuerdas cuando hablamos por primera vez? Creíste que salí corriendo por no querer estar cerca de ti, pero solo fue por miedo a enamorarme más de ti.
 Recuerdas cuando te bese por primera vez? Me retire rápido de tus labios de miel, con el mayor y más devastador dolor en mi piel solo porque sabía que un segundo más y ya no podría aguantar ese pequeño roce para hacerte mía y devorarte como simple aprovechado y amor  mío, no merecías tal profanación y grosería.
Recuerdas cuando despertaste después de nuestra primera vez? Sentiste el dolor del abandono por mi parte, creyendo que lo nuestro había sido algo pasajero pero solo me fui por un simple hecho el de saber que si te volvía a consumir ya no podría vivir en el silencio de tus besos porque querría todo de ti, todo hasta el fin.
Recuerdas cuando te dije que mi accidente fue laboral? La rotura de mis nudillos aplastados contra la pared, una mano rota y desecha, palpitante de dolor producto de contemplarte llorando por la ventana de tu cuarto sufriendo por uno de  mis estúpidos comportamientos, siendo yo el culpable de tales lagrimas consumiéndome por dentro.
Recuerdas cuando salí corriendo al decirme que me amabas? Fue la oportunidad que te ofrecí, que te brinde para que tu vida no estuviese ligada al ser que fui, concediéndote una salida, una oportunidad para ser feliz con alguien que tenga sea más correcto para tu mundo, con alguien que no sea tan insignificante como yo lo fui.
Pero el monstruo, el ser irracional que habita en mi interior me grita incoherencias, me suplica clemencia, para que el egoísmo se aloje en mí y así tenerte para siempre bajo mi abrigo, hacerte mía de por vida, sin mirar nada, sin mirar mas allá.
Es acaso que no te mereces nada mejor que yo, amor? Me gustaría pensar que si, pero aquí, en estas últimas líneas te dejo mi corazón escrito, ya te lo entregue aquel día que sin saberlo mi vida fuiste mi única guía. 
Recuerda amor que estarás mejor sin mí, no me tengas compasión porque solo quiero que seas feliz con alguien que se asemeje más a ti y no con este pobre desdichado e infeliz en el que me convertí
  Me voy y te dejo para que vivas tu vida, una sin mi atormentada compañía.

Si no estás de acuerdo con mi decisión, si crees que mi ausencia te causara demasiado dolor, solo has de llamarme en voz alta y en tu puerta estaré reclamando tu perdón, tocando la puerta de tu corazón.

Te Amo, Miley.

 Atte: Nick.

Las lágrimas corrían por mis mejillas,  con un dolor en el corazón grite fuertemente tu nombre.


-          NICK! VEN CONMIGO MI AMOR!!

Alguien toco la puerta y corrí abrirla, eras tu con lagrimas en lo ojos.
-          Perdóname mi vida, Jamás me alejare de ti, tu lo has decidido..

-          No quiero te le alejes mi amor, nunca te vayas de mi.

-          Te prometo que no la hare.

Me arroje a tu brazo, ahí es donde pertenece mi alma, mi cuerpo, mi amor. A  ti te pertenezco.







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